Como agua que se escurre entre los dedos,
él ahora es un pez y se escapa
me mira, llorando los siete mares
por sus ojos de pez que siguen siendo aceitunas
que lloran los mares con sus barcos
sus sirenas, sus capitanes solitarios
y cualquier resto de humanidad.
Se escapa, mientras llora todo eso
y me llora a mi,
y en cada lágrima se van también los lugares
en dónde alguna vez nos besamos.
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